jueves, 21 de junio de 2007

cultura electronika.ESPECIALES Estrella Damm Primavera Sound

Estrella Damm Primavera Sound

Comenta alguno de los técnicos de sonido que dos norteamericanas deambulan por las inmediaciones del Fòrum desde el miércoles. Han encontrado alojamiento en el barrio del Carmel pero ninguna de las dos sabe como volver al hostal y deciden aguardar a que abran las puertas de la séptima edición del Estrella Damm Primavera Sound. Las dos mochileras californianas conforman la avanzadilla de un nutrido grupo de espectadores extranjeros, entre los que podemos advertir algunos tan exóticos como islandeses o croatas, que llenarán el recinto el jueves por la tarde antes que los nativos salgan de trabajar. A las ocho menos veinte ya hay una cola enorme para pillar tickets. Hay que hacer acopio de cerveza para ver a The Melvins que salen a escena una hora antes de lo previsto porque ha habido corrimiento de horarios. Difícil verles por estos parajes, ya estuvieron en el Apolo de Barcelona en marzo de 2001 cuando fueron a verles unas cincuenta personas. Son los abuelos del grunge que con ese poco respeto que proferimos hacia nuestros mayores siempre serán los más olvidados. La banda del cantante King Buzzo y del batería Dale Crover -acreditado este último en discos como Bleach de Nirvana donde estuvo tocando hasta la llegada del titular Dave Grohl- aglutinan también a seguidores del doom y del drone metal, pero sus formas son bastante más reconocibles en el hardcore profundo y adusto. El cruce perfecto entre Black Sabbath y Black Flag no permite concesiones a la galería. Te gustan o los rechazas. Más o menos como Smashing Pumpkins pero por diferentes razones. La banda recauchutada de Billy Corgan o la amas o la desprecias. El comentario más oído del jueves para justificar tan masiva presencia ante el escenario Estrella Damm a eso de las once de la noche fue: ''A mi me gustaban hasta Siamese dreams''. Billy Corgan sale a escena con una túnica blanca que lo convierte en el mesías de la nostalgia en aquellos tiempos en los que nos sentíamos adolescentes eternamente desgraciados. El Nosferatu del grunge y su banda se quedaron sin sonido durante medio minuto en una de las imágenes más surrealistas del festival en lo que supondría un mazazo para el ego sin freno del de Chicago. Otra de las propuestas que nos hicieron sentir diferentes fue gracias a la banda que hizo sentirse diferente a quienes descubrieron en su día Spiderland. Slint son la banda del post-todo gracias a ese primer disco del baño de toda la banda en el lago retratado por otro visionario como Will Oldham que allá por 1991 todavía no había sacado su primer álbum. Sólo se salieron del guión pautado -repasar de principio a fin y por orden su disco más aplaudido- con un bonus track a modo de bis que supo a krautrock psicodélico. Lástima que un escenario tan grande y con tantos puntos de fuga no fuera el marco incomparable ideal para saborear los matices de una banda que teje telas de araña gracias a la guitarra de su líder David Pajo. Intensidad lo-fi difícil de degustar a cielo abierto. El escenario Rock de Luxe vivió un calvario durante todo el festival eclipsado por propuestas musicales que llegaban desde el aire para solaparse con la oferta del escenario con vistas al mar.

No hay comentarios: